Transporte marítimo, descarbonización y energía nuclear

En la carrera por acelerar el proceso de descarbonización en los puertos y en el sector marítimo, la Agencia Europea de Seguridad Marítima (EMSA) se ha posicionado, ampliando el campo de análisis y evaluación de los nuevos combustibles, más allá del amoniaco, el hidrógeno verde o la propulsión por viento, apostando por investigar las posibilidades de la energía nuclear.

Tal como publica Naucher, en una jornada celebrada a finales del pasado mes de noviembre en Lisboa, la agencia presentó los resultados del estudio ‘Potential Use of Nuclear Power for Shipping’ (Uso potencial de la energía nuclear para el transporte marítimo), elaborado conjuntamente con la sociedad de clasificación American Bureau of Shipping (ABS), la universidad A&M de Texas y el consultor marino Arcsilea. En un contexto caracterizado por la indefinición normativa, la incertidumbre sobre cuál será el combustible que gane la batalla de la descarbonización del transporte marítimo y la poca disponibilidad, el informe propone tener en cuenta el uso de la energía nuclear para complementar el viaje hacia la transición energética.

Actualmente, la mayoría de los combustibles alternativos tienen una baja densidad energética, por lo que los autores del estudio instan a pensar en la nuclear como una alternativa más, ya que genera cero emisiones. Pese a que se utiliza desde hace tiempo en la flota de las armadas, su uso en los buques mercantes aún está lleno de interrogantes. Más allá de sus posibles ventajas técnicas, resulta obligado articular de forma global un marco normativo sólido que incluya la seguridad, la protección del medio ambiente y las normas de responsabilidad.

En la comparativa entre los buques propulsados por combustibles alternativos y por energía nuclear, el estudio de la EMSA indica que la segunda genera una mayor producción energética sin necesidad de repostar. Además, el mismo informe vaticina que el coste y los gastos de explotación de mantener a los portacontenedores, graneleros, gaseros o petroleros es inferior, a medio y largo plazo, en la propulsión nuclear respecto a las tradicionales o alternativas por el previsible aumento del precio del CO2 y del combustible.

Regulación estricta

A pesar de estas supuestos beneficios, parece evidente que para garantizar unas prácticas de seguridad sólidas, la protección del medio ambiente y la integración de las tecnologías, será necesario realizar una labor reguladora adicional antes de que la energía nuclear pueda adoptarse de forma generalizada en los buques mercantes. En todo caso, sus hipotéticos riesgos, comprobados en otros sectores productivos, auguran dificultades para que estos puedan estar asegurados con unas primas similares a los propulsados con los combustibles habituales.

El propio estudio enumera una serie de riesgos vinculados al uso de los sistemas de propulsión nuclear. Entre estos, se encuentran las fugas y control de radiactividad, el hundimiento de los buques, las colisiones y varadas, la formación, las licencias tecnológicas, los peligros externos o las capacidades técnicas de los astilleros para construir los buques.

El director del Centro Global de Sistemas Navales de ABS y miembro de la Organización Marítima para la Energía Nuclear (Nuclear Energy Maritime Organisation, NEMO), Spyros Hirdaris, presentó cuatro ponencias la jornada, en las que se ofrecía una visión general de los resultados del estudio encargado por la EMSA. En su primera charla trató las distintas tecnologías de reactores y los tipos de combustible. En su segunda ponencia, examinó el entorno reglamentario y normativo, así como la sostenibilidad e idoneidad de varios diseños de reactores para la propulsión civil. Tras completar un análisis de costes, presentó un resumen de los escenarios y sugerencias para identificar los riesgos.

Ventajas y retos

La propulsión nuclear ofrece ventajas como que no requiere repostaje, contamina menos y promueve la circularidad. Sin embargo, según los expertos, la clave para aumentar la confianza en la energía nuclear radica en que la nueva generación de reactores se base en tecnologías de seguridad pasiva en las que apenas intervenga el ser humano ni precise de recargas.

A pesar de los retos pendientes, algunas navieras ya están estudiando el uso de la energía nuclear en sus flotas y en el sector del transporte marítimo. Así, la italiana RINA, otra de las empresas de certificación de buques más importantes del mundo, participa en un estudio junto al gigante de los astilleros Fincantieri. De momento, ambas consideran que los buques requerirán una potencia considerable, por lo que auguran entre siete y 10 años para que la producción sea viable.

En una línea similar, Maersk se ha unido a un estudio liderado por Lloyd’s Register (LR) y Core Power que investigará los requisitos para la actualización de las normas de seguridad junto con la mejora de la comprensión operativa y normativa necesaria para la aplicación de la energía nuclear en el transporte marítimo de contenedores.

Para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones, la producción de combustibles alternativos neutros en carbono debe aumentar significativamente, lo que puede provocar incertidumbres en el suministro y fluctuaciones de precios. Por ello, los armadores deben tener en cuenta todas las posibilidades, como la flexibilidad del combustible, para sortear estos tiempos de indefinición.

En este escenario, la energía nuclear se empieza a posicionar como una vía potencial para contribuir a la descarbonización del sector, pero presenta una serie de retos a abordar como la producción, la seguridad, la protección, la formación y el régimen de responsabilidad y seguros.

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