Pese a que la crisis de seguridad en el mar Rojo no está derivando en situaciones de congestión portuaria, ni en alteraciones de flujos, los desvíos siguen alterando el panorama global del transporte marítimo internacional y condicionando el normal funcionamiento de cada vez más cadenas de suministro.
De algún modo, es como si esta crisis estuviera dosificando sus efectos, incluso teniendo en cuenta que la debilidad en la demanda ha contribuido de manera decisiva para que la mayor parte de las grandes navieras hayan logrado equilibrar su oferta para dar servicio con regularidad y relativa eficiencia. En este complejo contexto, el Fondo Monetario Internacional calcula que un 1,5% del tráfico mercante global ha sido desviado desde el mar Rojo a rutas más seguras, principalmente en la cirunnnavegación de África. Este porcentaje, equivale, según la institución, a un total de 2.100 buques con una capacidad de carga total de 180 millones de toneladas métricas de mercancías.
Así pues, además, sigue a la baja los cruces en el canal de Suez. De acuerdo con los registros estadísticos del FMI, los volúmenes movidos en estos tránsitos entre el 1 y el 10 de marzo están un 62% por debajo del mismo período del año pasado, siete puntos porcentuales del volumen de febrero de este mismo año.
En paralelo, el número de buques que han cruzado la vía también presenta un retroceso anual de un 48% en los diez primeros días de este mes de marzo, cuando en febrero este porcentaje era de un 39%.
Al mismo tiempo, los pasos por el cabo de Buena Esperanza registrados entre el 1 y el 10 de marzo reflejan un aumento anual con relación al mismo período de 2022 de un 108%.